sábado, 12 de septiembre de 2009

La política y el sistema delirante

Muchos han dicho que la política es idéntica o del género de una religión, compartiendo ambas el caracter de enfermedad mental. Consideremos este punto, pero no para argüir en favor de la "antipolítica" ni del economicismo liberal. Veamos: ¿Qué ocurre cuando por algún motivo cualquiera, alguien que tenía ya plena convicción y certeza en cuanto a su ideología, se encuentra fuera, caído, ha perdido su fe? Puede pensare como ejemplo, para los comunistas, la caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS. Pero en realidad es un muy mal ejemplo, en primer lugar, porque es algo bien utilizable políticamente: como supuesto indicio de que el sistema de pensamiento del sujeto en cuestión era irreal o irrealizable, utópico como se suele decir. Lo cual sirve para otro uso, el de la polarización: la validez pasa a ser ahora del sistema de pensamiento contrario.

Si toda ideología implica una crencia delirante, eso se verá ya sea en el caracter "sistemático", ya en el "fanatismo". Podría parecer que esto es bien tendencioso, es decir, que sea aplicable sólo a cierta parte del espectro político, con lo cual sería uno de los tan comunes intentos de mostrarse fuera de un plano de discusión como para darse autoridad en el enunciado como mera técnica para ganas esa misma discusión de la que aparentaba sustraerse (como la objetividad de los medios, por ejemplo). Pero no me estoy refiriéndo acá, en realidad, a la teoría pura de la política, a los tratados llenos de principios. Más bien, apunto al punto en que se unen teoría y praxis, pero en tanto la teoría en en sí praxis o se subordina a ella. Que un sujeto cualquiera abrace o critique una teoría es algo que se subordina no al interés suyo o el de su clase, sino a algo que es esencialmente práctico, si bien no se puede generalizar. En los casos más simples se ve claramente lo determinante. (un referente, un periodista, etc.). Esto puede revestir una sofisticación mayor o menor, puede ser por acatamianto o confrontación, etc., pero esa instancia está siempre.

La cuestión es, entonces ¿porqué abrazar un sistema delirante y no otro? ¿O acaso esta otra: porqué abrazar una sistema delirante y no más bien nada?

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"siempre junto a la urbe"