Muchos dicen, como queriendo ironizar, frases como "y después dicen que es una sensación térmica", al referise a la inseguridad. Por su puesto que no es términca; se trata de uan metáfora, o analogía: así como una cosa es la temperatura objetiva y otra es la sensación que alguna persona en algún momento pueda tener de frío o calor; así una cosa es la inseguridad objetiva y otra la sensación que se tengade ella. Hay un ejemplo de ello que es bastante simple y evidente pr sí mismo: antes de que ocurriera el último hehco de "inseguridad", como lo llaman, la "sensación" era más baja. El hecho mismo la elevó, si bien no podría deirse que este hecho haya subido de la misma manera la inseguridad objetiva.
Ya muchas veces se hizo incapié en la polisemia de "inseguridad" y de "seguridad". Una cosa es el seguro de vida, el seguro del auto. Una cosa es el seguror contra robo y otra la seguridad, por ejemplo. En fin, esto también es completamente evidente y el sentido común lo sabe bien.
Hay algo en lo que sin embargo habría que insistir: sensación o no, se refiere a determinado campo de cuestiones y hechos que han preocupado a las sociedades desde que estas existen e incluyen los hechos violentos que la ley prohibe y en los que existe una víctima o un damnificado.
El principal problema parece ser el hecho de que en lugar de ir a las cosas, como decía Ortega, tenemos un montón de ideas que nos parecen más seguras, valga la expresión, que las mismas cosas. Y a partir de ahí, la "inseguridad" se convierte en un tema "ideológico".
¿El problema es la policía o, como decía manolo, el pder judicial?
Cabría ensayar una respuesta doble. Por un lado, como indica la más simple aritmética, no se puede culpar a los jueces, tampoco a la policía ,etc., de manera aislada sino al campo que conjuntamente conforman. Incluso esto cabía para los que incurran en los ilícitos. Claro, alguno tachará de excesivamente progre esto último, pero no lo es. Una cosa es un hecho y otra cosa es el campo del delito ese entramado social en el que participan la policía, como agentes de la represión y la prevención, los jueces, como garantes de la legalidad y facultados para juzgar sobre los hechos, los fiscales como encargdos de investigar, los densores de defner, los 'delincuentes' como aquellos que incurren en ilícitos, los damnificados, como aquellos que los padecen, etc.
Pero entonces ¿la culpa de todo la tiene Cristina? Evidentemente no. Cristina es simplemente una persona facultada para incidir en reformas, cambios, etc., que pudiern ser necesarios.
Pero esta sería la 'complejidad' del asunto. El tema es que del otro lado tenemos aquello de que es capaz la misma sociedad; es decir -y debemos decir- nosotros: ¿qué solución podemos darle a este problema?
Debo decir que lamento que lo más frecuente sea escuchar que la culpa la tiene el de al lado.
Hay algo que dice Manolo que es muy cierto: acá -no conozco en otros lados- todo es un reclamo. Y lo que implica esto es que siempre se busca alguien a quien reclamarle y a quien hecarle la culpa, o parte de ella. No parece haber una visión que vayamás allá del concepto de culpa. Señalando culpables (sea o no esto un acto de justicia) no reslovemos nada.
El periodismo nos ofrece un ejemplo de esto, tal vez paradigmático.
En este link:
http://desdegambier.blogspot.com/2011/08/la-decision-politica.html
se puede apreciar el video donde Mariano Obarrrio realiza un papelón. Podrá no gustarle a Omix, podrá no gustarle a Lanata, pero lo cierto es que entre los escandalizados por lo que dijo el ministro no encuentro quienes se refieran no al hecho de que habló en determinados términos, sino a los términos en los que habló.
Pero el tema es el siguiente: luego de que el ministro dijera lo que tenía para decir, el periodista le grita "¡Leé el texto!". Creo que esto dice mucho del periodista. Seguramente (es un periodista de La Nación) se trate de un hombre de una educación elevadísima y distinguida ¿cómo es que llega a un descuido tal de ponerse a los gritos en una situación como esa haciendo el papel de ¿por qué no decirlo? un gorila?
Según Diario Registrado, el periodista le espeta "¡Leé el texto completo!". He aquí un dato bellísimo. El Sr. periodista le pide (puesto que más allá de la forma de orden qeu tiene su grito es un pedido) que no saque una parte de su texto del contexto. Tarea imposible, claro está, por más que relea el artículo de marras e ntoda su extensión. Pero sigamos: luego le pregunta ¿tenemos que pedirle permiso a la presidenta para publicar lo que diga un opositor?
Aquí está la clave del asunto. Randazzo le dice al periodista "lo que Ud. dijeron es una vil mentira, una manipulación de los textos burda para generar ideas falsas sobre un ftraude qeu no existió" y el periodista le responde "lea el texto completo", o sea, no haga como nosotros y "nosotros no hacemos nada"; pues el Sr. periodista no admite haber enunciado ago, sino que dice haber reproducido lo que dijo un sector de la oposición. Dicho llanamente: el Sr., luego de tirar la piedra esconde la mano. Claro, cualquiera que lea un diario se va a encontrar, a veces hecho de manera lamativamente burda, una título y un texto que sugiere algo que termina por refutar de una manera un poco más criptica y al final, cosa de que para quien lea el título y el primer párrafo (o la tapa) no dice lo mismo que para quien lea con uyn poco más de detenimiento. El hecho -remarcado por el ministro- de publicar en la tapa es una hehco de por sí. Que los dos diarios de mayor circulación en los últimos 50 años publiquen un mismo titular es una acción, no es simplemente "publicar lo que dice un sector de la oposición". No hay caso: hay periodistas que no aceptan que son un instrumento de poder. Y cuando alguien se los señala pegan un grito desopilante. El Sr. periodista le pregunta al ministro si tiene que pedirle permiso a la presidenta para publicar algo, que caradura.
Voviendo entonces al tema que encabeza el post, digamos: esto que hac el periodista parece ser parte de nuestra identidad nacional. Sólo vemos la paja en el ojo ajeno. Incapaces somos de ver la viga en el nuestro.
Así las cosas, lo que parece ser lo que viene pasando es que "la derecha" dice que el problema son las garantías para con los 'sospechosos' y 'deliuncuentes'; "la izquierda" que el problema es la corrupción del poder: policía y tribunales. Cada uno señala el aspecto que su contrincante no puede ver y le achaca la culpa, la grandísima culpa, del TODO.
La corrupción policial existe, por más que no escandalice tanto. "El inmovilismo y elusión de responsabilidades de la Familia Judicial" que plantea Manolo existe, sin duda, y tampoco escandaliza, y si lo hace, lo hace menos aún.
¿Y entonces? Ni idea. Se me ocurren algunas preguntas. ¿En eué dirección habría que encarar el asunto: populismo o especialismo? Creo que esto es por donde hay que empezar. El populismo es importante como presión cuando una situación se pretende cambiar, se quiere volver insostenible. Pero el impulso populista es efímero y, a decir verdad, incluso el más espontáneo y fugar, corre por los cauces de alguna organización o algo que lo haya seducido y estaba ya ordenando. Como diría manolo (y todos lo spastores del movmiento N&P), sólo la organización vence el crepúsculo de ese movimiento vital tan poderoso que es el populismo. Así: el populismo pareciera (es una hipótesis) conducir a un ping-pong que va de "reclamos por seguridad" a "reclamos por mano dura" ad infinitum.
Nos queda el especialismo. Es cierto que el populismo K, ese que ha transformado la cultura argentina de "los '90" (claro, para alguno para bien, para otros para mal) no parece muy amigo del especialismo: que se pelea con todos los "especialistas" en nombre del pueblo. Pero esa es una impresión equivocada, parcial a decir verdad. El especialismo no es necesariamente reaccionario (aunque lo sea las más de las veces). Las estructras vigentes (como se desenvuelven los especialistas hoy por hoy y sus resultados) mostraron ya su caducidad. Pero el tema es que el único modo de escaparle al rudimentarismo ideológico es con un trabajo continuo especializado, es decir: no sometido a los vaivenes político-mediáticos. No para enemistarse con el pueblo, sino para organizar el sendero de su redención de este mal.
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