Este post es escrito por alguien que, en el fondo, entiende poco y nada de política, por lo que seguramente ronde por cuestiones que no sean preguntas para nadie casi, pues habrán respuesto tales cosas tiempo ha. Lo primero es ¿por qué tanta gente fue a despedir al ex Primer Damo? Es decir ¿Eran todos kirchneristas? Esta pregunta, tengo la impresión, está mal planteada. Podría preguntarse antes:
¿Cómo pudo haber perdido Nestor Kirchner las elecciones últimas con semejante despedida por parte de las masas? Y esto nos lleva a: o bien todo ese volumen de gente, que dificilmente llegue a convocarse para despedir otro político en la Argentina actual, no es suficiente para obtener una mayoría electoral; o bien sí lo es, pero la muerte de Kirchner produzco en muchos algún cambio en su parecer.
Si optamos por la primer alternativa, tendremos que suponer, por ejemplo, que la masividad de la muestra no es representativa del universo. Así, podríamos imaginar que los que fueron son sus votantes y el resto no, por lo que por más masivo que haya sido el velorio, no es de por sí la mayoría. Si esto es así, nos lleva a lo siguiente: en cuanto a lo electoral, no importa tanto cuanto lo sigan a alguien sino cuantos.
Si a alguien lo sigue un grupo muy convencido, seguramente tendrá todos sus votantes en su despedida, si quienes lo siguen lo hacen ólo circunstancialmente y sin mayor admiración hacia su persona, su velorio no tendrá mucha participación, pero electoralmente puede tener mejores resultados. Hay algo no obstante que es cierto (que los peronistas suelen decir con razón): que en el primer caso se cuenta con una ventaja en la dimensión temporal.
Así, en la dimensión estática el grado de simpatía despertado es secundario, siempre que sobrepase el umbral del voto, mientras que en la dimensión temporal o a largo plazo se convierte en esencial, por más que pueda no verse circunstancialmente representado en los votos, en alguna oportunidad (28-6).
De los presidentes últimos, es decir, desde la recuperación de la democracia, sin duda los más populares son: Alfonsín, Menem y Kirchner. ¿A qué se puede atribuir esto? Quizá a que son los que más tiempo estuvieron en el poder: 5 años y medio, 10 años y medio y 4 años y medio. De ellos ya murioeron 2, ambos con una depedida masiva. Sin ánimo de entrar en disputas partidistas podríamos plantear cuál de los dos tuvo un velorio más masivo, no para comparar su grandeza personal, sino desde otro punto de vista, para ver su influencia en las masas, como si compararamos la venta de dos productos de distintas marcas independientemente de su calidad. Y además ¿cómo será el funeral de Menem? Un dato es concreto: en el caso de Kirchner, su funeral fue como el de Eva Perón, es decir, como primer damo, su mujer en el gobierno y, muchos parecen decirlo, él en el poder (esto e nesto, de ser así, se diferenciarían). No quería entrar en esta cuestión, que fue muchas veces dicha por la oposición, pero que ahora los mismos kirchneristas la plantean, preguntandose por cómo repercutirá esto en el liderazgo de Cristina, claro que en esa pregunta no se trata sólo de esto, pues también puede uno apuntar a en qué medida ella, como ex mujer de él, se ve afectada, etc. La oposición no duda mucho, y dice que el poder era de Néstor y que ahora Cristina tiene que ver qué hace, lo dijo Rosendo, lo dijo Blanck. Muchos han respondido que el velorio demostró, entre otras cosas, la fuerza de Cristina, tanto la suya propia como la de su influencia en las masas, reflejado en la consigna principal de "Gracias Nestor, Fuerza Cristina".
Ahora podríamos considerar la otra alternativa que teníamos: la de que la muerte de Kirchner haya modificado la relación entre él y las masas. Podrímos conjeturar que muchos, con su muere, se han vuelto más kirchneristas, es algo completamente posible. Esto llevaría a pensar que, en la dimensión electoral, el kirchnerismo es ahora más numeroso que antes, siempre que (y es primera cuestión que se planteó, como dijimos) el kirchnerismo se alinee a Cristina y no entre a desarticularse en conflictos internos.
Lo que no deja dudas es que Kirchner es un líder que supo despertad una apasionada simpatía por parte de muchos, logro que en cualquier país queda reservado para unos pocos. Dicho en términos más populistas: el pueblo, a Kirchner, lo quiere. Y ahora vuelve la pregunta:
¿pero lo quiere ahora que lo perdió? Es cierto que ahora se suele hacer referencia a todo aquellos que Kirchner dejó: la marca, impronta, etc. Pero es indudable que algo se llevó con él.
Claro que sería injusto decir que "el pueblo" lo quiere sólo ahora que lo perdió, pue santes también lo quiso. Es curioso pero del 2003 para acá participó en dos elecciones: las dos las perdió. La primera con Menem que, sin duda con gran cobardía, decidió abandonar la continda dandole la victoria sin necesidad de balotage. La segunda ¡con De Narvaez!
Y acá tenemos un contrapunto entre Menem y Kirchner. Mientras que el primero, en 2003, teniendo que enfrentar a Kirchner, desistió por no perder, tal vez para no arriesgarse, exponerse, el segundo, en 2009, sin tener que postularse (porque nada lo llevaba a tener que ser candidato) quiso hacerlo pensando que... (vaya a saber qué).
Tal vez sea cierto que el kirchnerismo tuvo su repliegue por la influencia de los medios en las masas. Las mismas masas que lo lloran y cuyo pensamiento, por qué no decirlo, suele estár prendido de la tele o la radio. No entiendo cuando los kirchneristas P (en lugar de Peronistas K) minimizan el valor de los medios masivos.
En fin, no puedo prolongar mucho más este post que no es más que un homenaje a NK.
sábado, 30 de octubre de 2010
domingo, 3 de octubre de 2010
El discurso de la Seguridad
Aca Manolo nos da una lección de Seguridad, sin privarse de ampararse para ello en La República. Puede ser que para el político lo más astuto sea tener capacidad de movimiento de forma tal que cuando la ciudadanía, o el pueblo, o la gente, se ha cansado un poco del mismo discurso que era el que quería escuchar durante todo el transcurso de un lapso precedente, necesita otro, ya sea de caracter revsionista, reaccionario, revolucionario, etc. A tales fines uno puede celebrar un posicionamiento ambiguo, el que se alcanza de manera muy convincente del siguiente modo: citando izquierdistas para lor argumetnos de derecha y derechistas para los de izquierda. Claro: no es el caso de citar al hermano de Glaucón si uno quiere suscribir, si bien de forma crítica, al discurso de la Seguridad.
Pero ciertos principios son de una naturaleza tal que no se los puede negociar, y en cuanto a la seguridad, la cuestión ha mostrado que aún no se define. Pues es cierto que se puede sostener que la acción del sistema penal de nuestra sociedad proviene, históricamente, como sugiere Manolo, de la venganza privada, elevada a una fuerza institucional y pública. Pero de ahí a abogar en favor de mantener la vigencia de esa relación hay una pequña decisión, que es la misma que vuelve confusa la línea divisoria entre lo que la ley obliga y lo que prohíbe.
Es cierto que el discurso de la seguridad no pide paz, sino venganza. De ello algunos inferirán, quizá, que no será paz lo que lo satifaga, sino la vengnza. Aquellos que, bastante occidental y cristianamente definan como “los elementos que no alcanzaron el nivel de civilización que la ley puede representar” a quienes están en la mira en lo que a seguridad se refiere tendrán, como lo muestra la experiencia, el ideal de la normalidad como norte, ya se crean capaces de alcanzarlo con más Salud y Educación o con Vigilancia y Mano Dura, recurriendo al castigo ejemplar.
Hay que decir que la Seguridad está siempre en manos de la policía, por lo que el argumento (que escuché con frecuencia ultimamente) de que no pueden actuar, etc., se saltea una pequeña pregunta por qué es lo que quieren hacer, para qué quieren más poder, más legitimación, etc., las furzas de seguridad.
Pero ciertos principios son de una naturaleza tal que no se los puede negociar, y en cuanto a la seguridad, la cuestión ha mostrado que aún no se define. Pues es cierto que se puede sostener que la acción del sistema penal de nuestra sociedad proviene, históricamente, como sugiere Manolo, de la venganza privada, elevada a una fuerza institucional y pública. Pero de ahí a abogar en favor de mantener la vigencia de esa relación hay una pequña decisión, que es la misma que vuelve confusa la línea divisoria entre lo que la ley obliga y lo que prohíbe.
Es cierto que el discurso de la seguridad no pide paz, sino venganza. De ello algunos inferirán, quizá, que no será paz lo que lo satifaga, sino la vengnza. Aquellos que, bastante occidental y cristianamente definan como “los elementos que no alcanzaron el nivel de civilización que la ley puede representar” a quienes están en la mira en lo que a seguridad se refiere tendrán, como lo muestra la experiencia, el ideal de la normalidad como norte, ya se crean capaces de alcanzarlo con más Salud y Educación o con Vigilancia y Mano Dura, recurriendo al castigo ejemplar.
Hay que decir que la Seguridad está siempre en manos de la policía, por lo que el argumento (que escuché con frecuencia ultimamente) de que no pueden actuar, etc., se saltea una pequeña pregunta por qué es lo que quieren hacer, para qué quieren más poder, más legitimación, etc., las furzas de seguridad.
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"siempre junto a la urbe"