domingo, 10 de enero de 2010

Gobierno y oposición

¿Sería posible llegar a un acuerdo, si bien mínimo, de lo que debería hacerse desde la gestión de un gobierno?

En primer lugar, la existencia de los debates políticos inclinarían a responder que sí, pues de otra manera éstos no prenderían, es decir, no se generarían respuestas. Si, por ejemplo, hubiera un desacuerdo absoluto en este punto, algo así como dos perspectivas cuya mutua subordinación a una común fuera imposible por carecer de puntos de contacto, entonces los portavoces de las mismas no se verían en la obligación de tener que refutar los argumentos contrarios a los suyos, y mucho menos con un ánimo exaltado, cosa que parece frecuente. Sin embargo a esta idea se le puede objetar lo siguiente: podría ser perfectamente que existieran al menos dos perspectivas cuya reunión resulte absolutamente inconsistente (o sea: que no puedan articularse en alguna perspectiva que las subordine a ambas y que sea consistente en sí), pero que las discusioens se debieran a que ninguna tendría en sí el caracter de aceptación mayoritaria en la sociedad, condición indispensable para su ejecución bajo nuestra organización política, de modo que los debates a que nos referimos no son teóricos, no apuntan a dilucidar las cuestiones (como en la ciencia) sino que son retóricos, apuntan a generar adhesión de la opinión pública para así determinar los hechos.

Existe todavía otra interpretación de lo mismo: las discusiones se deben a la suposición de que es posible mover al interlocutor a incorporar la idea propia en desmedro de la que tenía él antes. En una palabra: convencerlo. Sin embargo, la experiencia demuestra que tales convencimientos sólo constituyen hechos aislados y pueden ser asimilados a las "conversiones" propias de los religiosos, no resuelven el "fondo de la cuestión". Pero veamos que esta alternativa supone que quienes se entregan a una de estas discusiones sí tienen, para-sí mismos, la esperanza de refutar al otro en la dialéctica, es decir, de forzarlo a reconocer que su idea estaba equivocada y que la del otro es necesario aceptar, entonces, lo que tiene es un convencimiento de que existen principios comunes a ambos, propicios para su objetivo.

Pero también hay otra cosa que decir: muchas veces de cree dar con principios de este tipo, principios de naturaleza "superadora", cuando en realidad sólo se toma una parte la asunto, reduciendo alguno de los argumentos y, por ende, de mantenerse terco alguien con alguna idea de estas que son sólo en teoría superadoras, lo único que conseguirá es mostrar su soberbia a su adversario.

Lo que vemos entonces es que existen dos manera de encarar esto: o se piensa a cada parte de la discusión como representando una concepción o teoría, etc.; o se piensa que sólo existe la discusión puntual y en ningún caso se la quiere referir a un marco teórico. Esto es lo que quería resaltar.

En una primera mirada diría, y a riesgo de inclinar demasiado rápido al lector en favor de una u otra, que suele ocurrir que estas dos manera de considerar las cuestiones incluyen ya un cierto sesgo, el cual puede ser relacionado a algo que, si bien no diríamos ya que es cosmovisión o teoría, al menos parece que cabría el nonbre de escuela. Una primer dificultad propia de la segunda posibilidad, más frecuente en los escépticos, en los empiristas, materialistas y positivistas (y que podríamos designar "atomista") es que si uno puede predecir qué posición tomará en relación a alguna cuestión futura algúno de sus representantes, entonces puede concluir que hay cierta "sistematicidad" en su pensamiento, cierto holismo, cierta "concepción", aunque sea minima (tal vez sea su caracter minimalista lo que termina siendo su cualida esencial). La primer dificultad de la posibilidad que mencionamos en primer lugar, que ferecuentemente se denomina como "holismo" es que por ser enteramente prescindente de un sustrato empírico, por ser racionalista, puede conducir a un convencimiento que, lejos de basarse a su remisión a los hechos, a un objeto, se basa con frecuencia en una certeza subjetiva, algo similar al cogito, ergo sum. O sea: se trata de una especie de íntima convicción, sólo remite a su sujeto y por ende conduce a un relativismo, por más cruces que se produzcan (y de hecho son frecuentes) entre las distintas "subjetividades" a partir de sus diversas "conviciones".

Con frecuencia leemos en los diarios o escuchamos a "analistas" referirse a este país como uno en el cual las cosas se hacen mal. Y eso, en cuanto se lo compara con otros, más que nada, los que supuestamente hacen las cosas bien o, como diría Ana C., aquellos que deberíamos imitar en todo, aquellos que, diría yo, lideran las estadísticas de la OMS la ONU, etc., en lo conserniuente a indicadores económicos, de salud, etc. (los que son positivos, claro). ¿Es tan así? Quiero decir ¿no exageran quienes pintan las cosas de ese modo, mostrándonos a ésta como a una sociedad sumamente salvage y primitiva y aquéllas como reinos impecables donde nadie ni papeles en el piso pueden encontrarse?Ante esta cuestión, no cabría, creo, conformarse con el clásico argumento, esgrimido desde el populismo, de que como el pueblo no visita el extrangero irle con eso es necio, y que lo importante es lo que concierne al pueblo. Sucede que ambas cosas podrían ser exactas y la cuestión quedar sin decidir.

Pero esta cuestión se enlaza a otra, y eso hace que resulte de una importancia mayor. En efecto, solemos escuchar, y parece verosímil, que en nuestro país ocurre que los diversos gobiernos son contradichos por quienes los suceden, que lo que hace uno es revisado luego y así, parecería que se está en las fases preliminares de la historia. Ahora bien ¿podemos conformarnos con pensar que mientras esto es así en estas tierras, en paises desarrollados las cosas ocurren de otra manera, las políticas se mantienen, los diversos partidos suceptibles de acceder al gobierno mantienen todo lo esencial en su mismo cauce? Y además ¿resulta este hecho, en caso de ser así, el motivo por el cual, justamente, se dice que esas son naciones desarrolladas mientras que la nuestra sólo en vías de serlo?

Ahora bien, primero habría que demostrar lo concerniente a nuestro país. Las discusiones cotidianas de los diarios muestran que, en efecto, el gobierno es pintado (al menos por los diarios de mayor tirada) como profundamente antipopular, en el sentido de que la gente estaría harta de él. Claro que el gobierno responde con que es él un gobierno justamente "popular" si bien en un sentido distinto. Pero lo que vemos es lo siguiente (restringiendo nuestros comentarios al último período democrático): De la Rúa no llegó a terminar su mandato: no lo quería nadie. Menem tiene hoy una pésima imagen (y llegó a tenerla, en el 2002, probablemente mucho peror). Alfonsín tampoco terminó su mandato. Sin embargo, todos esos gobiernos fueron votados. ¿Entonces?

Hay dos primeras justificaciones de esto, cada una de las cuales se corresponde con las dos grandes corrientes políticas nacionale. Por un lado, la versión llamemoslá conservadora: los gobiernos llegan al poder pero sus políticas son malas y todas las ilusiones que habían generado en sus votantes son frustradas, motivo por el cual éstos le quitan su apoyo y termina cayendo. Aquí encontramos por ejemplo el pensamiento de Clarín, La Nación, Crítica, etc.

Por otra parte, según una explicacion más, llamemosla, populista, la descripción misma estaría falseando los hechos pues estaría igualando como manifestación populas hechos de naturaleza diversa algunos de los cuales no lo sería. Así, la supuesta antipopularidad del actual gobierno sería principalmente impulsada por las estrategia de los médios a partir de su poder monopólico de formar opinión y no sería lo pronunciada que ellos dicen.

Puede verse que, mientras que unos prefieren culpar, de alguna manera, a los mismos gobiernos, es decir, a lo que es en sí algo público, los otros prefieren culpar a las empresas, es decir, lo que es privado.

A lo primera le criticamos, en primer lugar, lo siguiente: se centran (quizás paradójicamente) demasido explusivamente en la gestión del gobierno, como si todo dependiera de ellos, como si fuera el único factor en juego y, sobre todo, el único a quien culpar cuando las cosas salen mal. Pero al hacer esto de abstraen de las conexiones existentes entre las diferentes corrientes en diferentes períodos. Así, para ellos sólo hay malos gobiernos, y no existen diversas políticas viables entre las cuales decidir. Incluso parecería que para ellos habría una sóla política válida toos los gobiernos serían malos pues, o bien no la aplican al pie de la letra por oponérsele, o bien les falta ser aún más aplicados.

Lo que podemos criticarle a la segunda es que tiende a moralizar y a identificar lo popular con lo bueno. A partir de ahí, todo lo popular es bueno, y si algo es malo y popular, entonces es impuesto por algún factor de poder cuyo fin es engañar, etc.

Estas son, probablemente, las dos corrientes principales en este país, las que remarco por parecerme las únicas capaces de generar consenso suficiente como par aalcanzar el gobierno.

Claro que podrían decirme que no hay sólo dos opciones de consoderar estas cosas, que muchos no se sienten representados en estas posibilidades, y que hay 600 otras que no estoy considerando. Pero como la idea es pensar lineamientos suficientemente generales como para que cualquier sector político los tenga por propios y hasta su más adverso partido también lo haga, sucede que si no se puede conglomerar todo el abanico en dos polos, menos aún podrá hacerselo en uno.

Además, críticos o no, aquellos que simpatizan con las políticas del gobierno pueden incluirse en el conjunto que constituye uno de los polos. Por otra parte, del conjunto de la oposición, es obvio que sólo aglutinandose va a poder ser gobierno en el futuro, y si bien es obvio que no lo haga toda la oposición, la fracción de la misma capaz de hacerlo es la que es políticamente relevante e ntanto oposición (podría ocurrir que una parte de la oposición actual sea gobierno con parte del oficialismo, pero ahí la situación es otra).

Quizás debieramos ser más escépticos y pensar que la política es esencialmente el ámbito de la agresividad y que todas las discusiones conduzcan sólo a mayores discusiones y que sus interlocutores se referencien en concepciones como los hinchas de futbol son de tal o cual club. Esto eslo que parece cuando uno lee los comentarios de los diarios y de los blogs.

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"siempre junto a la urbe"