Sin duda hay quienes aseguran -junto con Aristóteles-, que es preferible una administración de gobierno que quede reservada a los mejores, por más pocos que estos sean. Por otra parte, debe concederse que, al menos en un país como le nuestro, parece dificil una que lo haga para todos. Y no se trata simplemente que las prerrogativas de unos sean incompatibles con los beneficios del resto, confomando un conjunto donde no exista una propiedad común en la cual centrarse para gobernar y que lo subsuma bajo la misma clase, el mismo término. Mucho más notorio (y menos tendencioso) es que arraigadas convicciones, o mejor, costumbres, escinden el conjunto dandole un aspecto dinámico en sí mismo inconsistente.
Pero lo peor de todo es que dicha inconsitencia es inasible. Quiero decir, simplemente, que el clivaje que lo fragmenta no puede ser considerado (ni i quiera referido) a un dato "duro". El conflicto puede ser visto como síntoma de dicha inconistencia, pero es obvio que siempre versa sobre algo cuya resolución sería insificiente para terminar de una vez por todas con él. Incluso si dejándonos llevar por una especulación suponemos que uno de los polos del conflicto se ha librado del otro, nos veríamos conducidos al problema de no poder especificar, a ciencia cierta, donde empieza y dónde termina aquél.
Esto parece de lo más desesperanzador (y sin duda lo será para un hegeliano) ya que reduce toda la dialéctica a una pasión inútil. Pero en realidad siempre se puede sorter tomando, más o menos dogmáticamente, cualquier elemento como clivaje e intentar una postulación que, procurando desplazar el centro, se abstraiga de esto.
Por ejemplo. El desarrollo podría pensarse que conrresponde a un ideal común en pos del cual podría conducirse al conjunto. Obvio que esto no es asío de modo cabal. Por ejemplo ¿esconcebible un país desarrollado cuya economía sea predominantemente primaria? Como no tengo idea, no reponderé la pregunta. Con respeto a la pobreza puede pensarse de un modo similar ¿no sería caso un ideal común el elevar las condiciones de vida hasta el punto de que la pobreza sea reducida al mínimo? Claro que no todos acordarán con tal ideal; algunos por encontrarlo contrario a otros que privilegiarán, algunos por encontrar su formulacón un sesgo que introduce concepciones o tendencias inadmiscibles, etc.
Ahora bien, lo que no puede negarse es que el tema de la pobreza puede considerarse desde dos puntos de vista: el individual y el poblacional. Procediento de un modo un poco metódico formularía la cuestión enb estos términos:
Una gran concepción liberal considera preponderantemente a la pobreza como un problema individual mientras que otra lo ve como problema poblacional, justamente aquel sector que según una expresión surgida de la otra concepción podría considerarse como de tendencias «estatizantes».
El punto de vista individual equivale a consierar una escala que va del individuo más pobre hasta el más exitoso empresario y ver su desarrollo personal al modo en que un médico clínico verá el estado de su salud. Si está enfermo buscará su exposición a factores de riesgo: tal vez no adquirió el hábito de salir a correr, o no abandonó el de fumar, etc.
Visto poblacionalmente el asunto cambia. Y no se trata -como hacen algunos- de ver la presente dicotomía como una en la que unos "culpen" al individuo desgraciado del mal en que se encuentran y otros los exculpen alegando situacones generadas por el conjunto que escapaban al control de su voluntad. En realidad esta perspectiva es una versión más del -llamémoslo así por diversión- "modelo liberal".
No es causual, por ejemplo, que el individualismo se encuentre asociado con una conducta para la cual sería necesario preoveer algún nombre preciso, y que consiste en comparar, con mayor o menor frecuencia, nuestra situación con la de lois países del primer mundo. Sería vano insistir en este punto, pero podríamos aplicarle el nombre de "eurolatría" o, para ser más generales, "amolatría" y que los países usados como referentes son los que tienen el poder en la comunidad de las naciones.
En este post me quería referir, sencillamente y mediante a una comparación, a una pequeña falacia (muy común por otra parte) que es explotada por los "eurólatras".
Sucede que uno puede determinar, o pretender determinar, en el marco de una sociedad, la existencia de una factor de riesgo de una enfermedad (y, si extendemos por comparación, de un problema social). El concepto de riesgo relativo es aplicable si su distribución en la sociedad no es homogénea.
Uno puede preguntar ¿porqué unos individuos desarrollan tal enfermedad y no otros? o ¿Porqué determinados individuos son pobres, etc.?
Si uno considera la presión arterial sistólica en varones de edad mediana en Kenya y en la población formada por los funcionarios públicos londinenses, ve que en cada población la variación de la presión arterial es proporcionalmente la misma, pudiendo llegar a conclusiones similares en ambos casos que pueden plantearse como universales o, como mínimo, comunes a ambos, y principalmente contemplando cuestiones genéticas. Y esto conduciría a que las causas de los casos son las mismas en una población que en la otra.
Sim embargo, esto contrasta con un hecho: la hipertensión no existe e nKenya y es común en Londres. Es decir que pese a variar del mismo modo, los valores que se obtienen en cada caso correspondientes a la presión arterial hacen que la curva que describe la su distribución normal esté corrida hacia la derecha en el caso de los londinenses, en contraste con la población masculina de Kenya. Rusumimos esto del siguiente modo: los factores determinantes de la incidencia (del número de casos en una población dada) no son necesariamente los mismo que las causas de los casos. Es decir: las causas de los casos eran las mismas en Londres y en Kenya, pero saber esto no servíría de nada pues la incidencia es mucho mayor en el primero, y no se nos dice con esto nada acerca de dicha diferencia. (El lector encontrará desarrolado esto en el texto de Geoffrey ose "Sick Individuals and Sick Populations")
Ahora bien, si conducimos al lector (si es que tal cosa existe) por este rodeo es para mostrar ahora cierta ilusión congnitiva producto de no tener en cuenta lodicho arriba. Si (como hace mucha gente tal como pudimos comprobar en un estudio "de campo", es decir, en conversaciones comunes indagando este punto) tomamos a la pobreza del país como una cualidad compartida por el mero agregado del conjunto de los pobres, y si la vemos ligada a ciertos "factores de riesgo" (el lector mismo sabrá encontrar ejemplo de cómo se suele pensr esto), entonces, según el procedimiento centrado en los individuos, podemos decir que los pobres de acá son conducidos a tal situación a partir de las mismas causas que los conducen a los que viven (o vivirían o vivieron) en Londres, Zurich, Paris, etc. Creeremos que los individuos del primer mundo ha logrado vencer esas causas que siguen aquejando a los que viven por estos lares. Sin embargo, dado que, como vimos, las cuasa de la incidencia no son las mismas que las de los casos (no necesariamente) y que, hya que reconocerlo, la incidenia de la pobreza es mayor en Buenos Aires, San Pablo o Caracas que en Nueva York, Londres o Amsterdam, entonces podemos concebir claramente que quizá se trate de otros determininismos insospechados pra el punto de vista individual.
jueves, 28 de enero de 2010
domingo, 10 de enero de 2010
Gobierno y oposición
¿Sería posible llegar a un acuerdo, si bien mínimo, de lo que debería hacerse desde la gestión de un gobierno?
En primer lugar, la existencia de los debates políticos inclinarían a responder que sí, pues de otra manera éstos no prenderían, es decir, no se generarían respuestas. Si, por ejemplo, hubiera un desacuerdo absoluto en este punto, algo así como dos perspectivas cuya mutua subordinación a una común fuera imposible por carecer de puntos de contacto, entonces los portavoces de las mismas no se verían en la obligación de tener que refutar los argumentos contrarios a los suyos, y mucho menos con un ánimo exaltado, cosa que parece frecuente. Sin embargo a esta idea se le puede objetar lo siguiente: podría ser perfectamente que existieran al menos dos perspectivas cuya reunión resulte absolutamente inconsistente (o sea: que no puedan articularse en alguna perspectiva que las subordine a ambas y que sea consistente en sí), pero que las discusioens se debieran a que ninguna tendría en sí el caracter de aceptación mayoritaria en la sociedad, condición indispensable para su ejecución bajo nuestra organización política, de modo que los debates a que nos referimos no son teóricos, no apuntan a dilucidar las cuestiones (como en la ciencia) sino que son retóricos, apuntan a generar adhesión de la opinión pública para así determinar los hechos.
Existe todavía otra interpretación de lo mismo: las discusiones se deben a la suposición de que es posible mover al interlocutor a incorporar la idea propia en desmedro de la que tenía él antes. En una palabra: convencerlo. Sin embargo, la experiencia demuestra que tales convencimientos sólo constituyen hechos aislados y pueden ser asimilados a las "conversiones" propias de los religiosos, no resuelven el "fondo de la cuestión". Pero veamos que esta alternativa supone que quienes se entregan a una de estas discusiones sí tienen, para-sí mismos, la esperanza de refutar al otro en la dialéctica, es decir, de forzarlo a reconocer que su idea estaba equivocada y que la del otro es necesario aceptar, entonces, lo que tiene es un convencimiento de que existen principios comunes a ambos, propicios para su objetivo.
Pero también hay otra cosa que decir: muchas veces de cree dar con principios de este tipo, principios de naturaleza "superadora", cuando en realidad sólo se toma una parte la asunto, reduciendo alguno de los argumentos y, por ende, de mantenerse terco alguien con alguna idea de estas que son sólo en teoría superadoras, lo único que conseguirá es mostrar su soberbia a su adversario.
Lo que vemos entonces es que existen dos manera de encarar esto: o se piensa a cada parte de la discusión como representando una concepción o teoría, etc.; o se piensa que sólo existe la discusión puntual y en ningún caso se la quiere referir a un marco teórico. Esto es lo que quería resaltar.
En una primera mirada diría, y a riesgo de inclinar demasiado rápido al lector en favor de una u otra, que suele ocurrir que estas dos manera de considerar las cuestiones incluyen ya un cierto sesgo, el cual puede ser relacionado a algo que, si bien no diríamos ya que es cosmovisión o teoría, al menos parece que cabría el nonbre de escuela. Una primer dificultad propia de la segunda posibilidad, más frecuente en los escépticos, en los empiristas, materialistas y positivistas (y que podríamos designar "atomista") es que si uno puede predecir qué posición tomará en relación a alguna cuestión futura algúno de sus representantes, entonces puede concluir que hay cierta "sistematicidad" en su pensamiento, cierto holismo, cierta "concepción", aunque sea minima (tal vez sea su caracter minimalista lo que termina siendo su cualida esencial). La primer dificultad de la posibilidad que mencionamos en primer lugar, que ferecuentemente se denomina como "holismo" es que por ser enteramente prescindente de un sustrato empírico, por ser racionalista, puede conducir a un convencimiento que, lejos de basarse a su remisión a los hechos, a un objeto, se basa con frecuencia en una certeza subjetiva, algo similar al cogito, ergo sum. O sea: se trata de una especie de íntima convicción, sólo remite a su sujeto y por ende conduce a un relativismo, por más cruces que se produzcan (y de hecho son frecuentes) entre las distintas "subjetividades" a partir de sus diversas "conviciones".
Con frecuencia leemos en los diarios o escuchamos a "analistas" referirse a este país como uno en el cual las cosas se hacen mal. Y eso, en cuanto se lo compara con otros, más que nada, los que supuestamente hacen las cosas bien o, como diría Ana C., aquellos que deberíamos imitar en todo, aquellos que, diría yo, lideran las estadísticas de la OMS la ONU, etc., en lo conserniuente a indicadores económicos, de salud, etc. (los que son positivos, claro). ¿Es tan así? Quiero decir ¿no exageran quienes pintan las cosas de ese modo, mostrándonos a ésta como a una sociedad sumamente salvage y primitiva y aquéllas como reinos impecables donde nadie ni papeles en el piso pueden encontrarse?Ante esta cuestión, no cabría, creo, conformarse con el clásico argumento, esgrimido desde el populismo, de que como el pueblo no visita el extrangero irle con eso es necio, y que lo importante es lo que concierne al pueblo. Sucede que ambas cosas podrían ser exactas y la cuestión quedar sin decidir.
Pero esta cuestión se enlaza a otra, y eso hace que resulte de una importancia mayor. En efecto, solemos escuchar, y parece verosímil, que en nuestro país ocurre que los diversos gobiernos son contradichos por quienes los suceden, que lo que hace uno es revisado luego y así, parecería que se está en las fases preliminares de la historia. Ahora bien ¿podemos conformarnos con pensar que mientras esto es así en estas tierras, en paises desarrollados las cosas ocurren de otra manera, las políticas se mantienen, los diversos partidos suceptibles de acceder al gobierno mantienen todo lo esencial en su mismo cauce? Y además ¿resulta este hecho, en caso de ser así, el motivo por el cual, justamente, se dice que esas son naciones desarrolladas mientras que la nuestra sólo en vías de serlo?
Ahora bien, primero habría que demostrar lo concerniente a nuestro país. Las discusiones cotidianas de los diarios muestran que, en efecto, el gobierno es pintado (al menos por los diarios de mayor tirada) como profundamente antipopular, en el sentido de que la gente estaría harta de él. Claro que el gobierno responde con que es él un gobierno justamente "popular" si bien en un sentido distinto. Pero lo que vemos es lo siguiente (restringiendo nuestros comentarios al último período democrático): De la Rúa no llegó a terminar su mandato: no lo quería nadie. Menem tiene hoy una pésima imagen (y llegó a tenerla, en el 2002, probablemente mucho peror). Alfonsín tampoco terminó su mandato. Sin embargo, todos esos gobiernos fueron votados. ¿Entonces?
Hay dos primeras justificaciones de esto, cada una de las cuales se corresponde con las dos grandes corrientes políticas nacionale. Por un lado, la versión llamemoslá conservadora: los gobiernos llegan al poder pero sus políticas son malas y todas las ilusiones que habían generado en sus votantes son frustradas, motivo por el cual éstos le quitan su apoyo y termina cayendo. Aquí encontramos por ejemplo el pensamiento de Clarín, La Nación, Crítica, etc.
Por otra parte, según una explicacion más, llamemosla, populista, la descripción misma estaría falseando los hechos pues estaría igualando como manifestación populas hechos de naturaleza diversa algunos de los cuales no lo sería. Así, la supuesta antipopularidad del actual gobierno sería principalmente impulsada por las estrategia de los médios a partir de su poder monopólico de formar opinión y no sería lo pronunciada que ellos dicen.
Puede verse que, mientras que unos prefieren culpar, de alguna manera, a los mismos gobiernos, es decir, a lo que es en sí algo público, los otros prefieren culpar a las empresas, es decir, lo que es privado.
A lo primera le criticamos, en primer lugar, lo siguiente: se centran (quizás paradójicamente) demasido explusivamente en la gestión del gobierno, como si todo dependiera de ellos, como si fuera el único factor en juego y, sobre todo, el único a quien culpar cuando las cosas salen mal. Pero al hacer esto de abstraen de las conexiones existentes entre las diferentes corrientes en diferentes períodos. Así, para ellos sólo hay malos gobiernos, y no existen diversas políticas viables entre las cuales decidir. Incluso parecería que para ellos habría una sóla política válida toos los gobiernos serían malos pues, o bien no la aplican al pie de la letra por oponérsele, o bien les falta ser aún más aplicados.
Lo que podemos criticarle a la segunda es que tiende a moralizar y a identificar lo popular con lo bueno. A partir de ahí, todo lo popular es bueno, y si algo es malo y popular, entonces es impuesto por algún factor de poder cuyo fin es engañar, etc.
Estas son, probablemente, las dos corrientes principales en este país, las que remarco por parecerme las únicas capaces de generar consenso suficiente como par aalcanzar el gobierno.
Claro que podrían decirme que no hay sólo dos opciones de consoderar estas cosas, que muchos no se sienten representados en estas posibilidades, y que hay 600 otras que no estoy considerando. Pero como la idea es pensar lineamientos suficientemente generales como para que cualquier sector político los tenga por propios y hasta su más adverso partido también lo haga, sucede que si no se puede conglomerar todo el abanico en dos polos, menos aún podrá hacerselo en uno.
Además, críticos o no, aquellos que simpatizan con las políticas del gobierno pueden incluirse en el conjunto que constituye uno de los polos. Por otra parte, del conjunto de la oposición, es obvio que sólo aglutinandose va a poder ser gobierno en el futuro, y si bien es obvio que no lo haga toda la oposición, la fracción de la misma capaz de hacerlo es la que es políticamente relevante e ntanto oposición (podría ocurrir que una parte de la oposición actual sea gobierno con parte del oficialismo, pero ahí la situación es otra).
Quizás debieramos ser más escépticos y pensar que la política es esencialmente el ámbito de la agresividad y que todas las discusiones conduzcan sólo a mayores discusiones y que sus interlocutores se referencien en concepciones como los hinchas de futbol son de tal o cual club. Esto eslo que parece cuando uno lee los comentarios de los diarios y de los blogs.
En primer lugar, la existencia de los debates políticos inclinarían a responder que sí, pues de otra manera éstos no prenderían, es decir, no se generarían respuestas. Si, por ejemplo, hubiera un desacuerdo absoluto en este punto, algo así como dos perspectivas cuya mutua subordinación a una común fuera imposible por carecer de puntos de contacto, entonces los portavoces de las mismas no se verían en la obligación de tener que refutar los argumentos contrarios a los suyos, y mucho menos con un ánimo exaltado, cosa que parece frecuente. Sin embargo a esta idea se le puede objetar lo siguiente: podría ser perfectamente que existieran al menos dos perspectivas cuya reunión resulte absolutamente inconsistente (o sea: que no puedan articularse en alguna perspectiva que las subordine a ambas y que sea consistente en sí), pero que las discusioens se debieran a que ninguna tendría en sí el caracter de aceptación mayoritaria en la sociedad, condición indispensable para su ejecución bajo nuestra organización política, de modo que los debates a que nos referimos no son teóricos, no apuntan a dilucidar las cuestiones (como en la ciencia) sino que son retóricos, apuntan a generar adhesión de la opinión pública para así determinar los hechos.
Existe todavía otra interpretación de lo mismo: las discusiones se deben a la suposición de que es posible mover al interlocutor a incorporar la idea propia en desmedro de la que tenía él antes. En una palabra: convencerlo. Sin embargo, la experiencia demuestra que tales convencimientos sólo constituyen hechos aislados y pueden ser asimilados a las "conversiones" propias de los religiosos, no resuelven el "fondo de la cuestión". Pero veamos que esta alternativa supone que quienes se entregan a una de estas discusiones sí tienen, para-sí mismos, la esperanza de refutar al otro en la dialéctica, es decir, de forzarlo a reconocer que su idea estaba equivocada y que la del otro es necesario aceptar, entonces, lo que tiene es un convencimiento de que existen principios comunes a ambos, propicios para su objetivo.
Pero también hay otra cosa que decir: muchas veces de cree dar con principios de este tipo, principios de naturaleza "superadora", cuando en realidad sólo se toma una parte la asunto, reduciendo alguno de los argumentos y, por ende, de mantenerse terco alguien con alguna idea de estas que son sólo en teoría superadoras, lo único que conseguirá es mostrar su soberbia a su adversario.
Lo que vemos entonces es que existen dos manera de encarar esto: o se piensa a cada parte de la discusión como representando una concepción o teoría, etc.; o se piensa que sólo existe la discusión puntual y en ningún caso se la quiere referir a un marco teórico. Esto es lo que quería resaltar.
En una primera mirada diría, y a riesgo de inclinar demasiado rápido al lector en favor de una u otra, que suele ocurrir que estas dos manera de considerar las cuestiones incluyen ya un cierto sesgo, el cual puede ser relacionado a algo que, si bien no diríamos ya que es cosmovisión o teoría, al menos parece que cabría el nonbre de escuela. Una primer dificultad propia de la segunda posibilidad, más frecuente en los escépticos, en los empiristas, materialistas y positivistas (y que podríamos designar "atomista") es que si uno puede predecir qué posición tomará en relación a alguna cuestión futura algúno de sus representantes, entonces puede concluir que hay cierta "sistematicidad" en su pensamiento, cierto holismo, cierta "concepción", aunque sea minima (tal vez sea su caracter minimalista lo que termina siendo su cualida esencial). La primer dificultad de la posibilidad que mencionamos en primer lugar, que ferecuentemente se denomina como "holismo" es que por ser enteramente prescindente de un sustrato empírico, por ser racionalista, puede conducir a un convencimiento que, lejos de basarse a su remisión a los hechos, a un objeto, se basa con frecuencia en una certeza subjetiva, algo similar al cogito, ergo sum. O sea: se trata de una especie de íntima convicción, sólo remite a su sujeto y por ende conduce a un relativismo, por más cruces que se produzcan (y de hecho son frecuentes) entre las distintas "subjetividades" a partir de sus diversas "conviciones".
Con frecuencia leemos en los diarios o escuchamos a "analistas" referirse a este país como uno en el cual las cosas se hacen mal. Y eso, en cuanto se lo compara con otros, más que nada, los que supuestamente hacen las cosas bien o, como diría Ana C., aquellos que deberíamos imitar en todo, aquellos que, diría yo, lideran las estadísticas de la OMS la ONU, etc., en lo conserniuente a indicadores económicos, de salud, etc. (los que son positivos, claro). ¿Es tan así? Quiero decir ¿no exageran quienes pintan las cosas de ese modo, mostrándonos a ésta como a una sociedad sumamente salvage y primitiva y aquéllas como reinos impecables donde nadie ni papeles en el piso pueden encontrarse?Ante esta cuestión, no cabría, creo, conformarse con el clásico argumento, esgrimido desde el populismo, de que como el pueblo no visita el extrangero irle con eso es necio, y que lo importante es lo que concierne al pueblo. Sucede que ambas cosas podrían ser exactas y la cuestión quedar sin decidir.
Pero esta cuestión se enlaza a otra, y eso hace que resulte de una importancia mayor. En efecto, solemos escuchar, y parece verosímil, que en nuestro país ocurre que los diversos gobiernos son contradichos por quienes los suceden, que lo que hace uno es revisado luego y así, parecería que se está en las fases preliminares de la historia. Ahora bien ¿podemos conformarnos con pensar que mientras esto es así en estas tierras, en paises desarrollados las cosas ocurren de otra manera, las políticas se mantienen, los diversos partidos suceptibles de acceder al gobierno mantienen todo lo esencial en su mismo cauce? Y además ¿resulta este hecho, en caso de ser así, el motivo por el cual, justamente, se dice que esas son naciones desarrolladas mientras que la nuestra sólo en vías de serlo?
Ahora bien, primero habría que demostrar lo concerniente a nuestro país. Las discusiones cotidianas de los diarios muestran que, en efecto, el gobierno es pintado (al menos por los diarios de mayor tirada) como profundamente antipopular, en el sentido de que la gente estaría harta de él. Claro que el gobierno responde con que es él un gobierno justamente "popular" si bien en un sentido distinto. Pero lo que vemos es lo siguiente (restringiendo nuestros comentarios al último período democrático): De la Rúa no llegó a terminar su mandato: no lo quería nadie. Menem tiene hoy una pésima imagen (y llegó a tenerla, en el 2002, probablemente mucho peror). Alfonsín tampoco terminó su mandato. Sin embargo, todos esos gobiernos fueron votados. ¿Entonces?
Hay dos primeras justificaciones de esto, cada una de las cuales se corresponde con las dos grandes corrientes políticas nacionale. Por un lado, la versión llamemoslá conservadora: los gobiernos llegan al poder pero sus políticas son malas y todas las ilusiones que habían generado en sus votantes son frustradas, motivo por el cual éstos le quitan su apoyo y termina cayendo. Aquí encontramos por ejemplo el pensamiento de Clarín, La Nación, Crítica, etc.
Por otra parte, según una explicacion más, llamemosla, populista, la descripción misma estaría falseando los hechos pues estaría igualando como manifestación populas hechos de naturaleza diversa algunos de los cuales no lo sería. Así, la supuesta antipopularidad del actual gobierno sería principalmente impulsada por las estrategia de los médios a partir de su poder monopólico de formar opinión y no sería lo pronunciada que ellos dicen.
Puede verse que, mientras que unos prefieren culpar, de alguna manera, a los mismos gobiernos, es decir, a lo que es en sí algo público, los otros prefieren culpar a las empresas, es decir, lo que es privado.
A lo primera le criticamos, en primer lugar, lo siguiente: se centran (quizás paradójicamente) demasido explusivamente en la gestión del gobierno, como si todo dependiera de ellos, como si fuera el único factor en juego y, sobre todo, el único a quien culpar cuando las cosas salen mal. Pero al hacer esto de abstraen de las conexiones existentes entre las diferentes corrientes en diferentes períodos. Así, para ellos sólo hay malos gobiernos, y no existen diversas políticas viables entre las cuales decidir. Incluso parecería que para ellos habría una sóla política válida toos los gobiernos serían malos pues, o bien no la aplican al pie de la letra por oponérsele, o bien les falta ser aún más aplicados.
Lo que podemos criticarle a la segunda es que tiende a moralizar y a identificar lo popular con lo bueno. A partir de ahí, todo lo popular es bueno, y si algo es malo y popular, entonces es impuesto por algún factor de poder cuyo fin es engañar, etc.
Estas son, probablemente, las dos corrientes principales en este país, las que remarco por parecerme las únicas capaces de generar consenso suficiente como par aalcanzar el gobierno.
Claro que podrían decirme que no hay sólo dos opciones de consoderar estas cosas, que muchos no se sienten representados en estas posibilidades, y que hay 600 otras que no estoy considerando. Pero como la idea es pensar lineamientos suficientemente generales como para que cualquier sector político los tenga por propios y hasta su más adverso partido también lo haga, sucede que si no se puede conglomerar todo el abanico en dos polos, menos aún podrá hacerselo en uno.
Además, críticos o no, aquellos que simpatizan con las políticas del gobierno pueden incluirse en el conjunto que constituye uno de los polos. Por otra parte, del conjunto de la oposición, es obvio que sólo aglutinandose va a poder ser gobierno en el futuro, y si bien es obvio que no lo haga toda la oposición, la fracción de la misma capaz de hacerlo es la que es políticamente relevante e ntanto oposición (podría ocurrir que una parte de la oposición actual sea gobierno con parte del oficialismo, pero ahí la situación es otra).
Quizás debieramos ser más escépticos y pensar que la política es esencialmente el ámbito de la agresividad y que todas las discusiones conduzcan sólo a mayores discusiones y que sus interlocutores se referencien en concepciones como los hinchas de futbol son de tal o cual club. Esto eslo que parece cuando uno lee los comentarios de los diarios y de los blogs.
viernes, 8 de enero de 2010
La autonomía del central
La "autonomía del banco central" ha adquirido en este momento, que se inicia con las noticias sobre el futuro de la presidencia de dicha entidad, una consecuencia evidente: se desplaza una cuestión concreta y circunstancial hacia una elevació metafísica: el ideal de autonomía.
Es decir, concretamente, la cuestión es el pago de la deuda, después el fondo con resservas, luego el cargo del presidente del banco. Y la información, tarde o temprano (más temprno que tarde) apunta a lo siguiente: el matrimonio K avasalla la autonomía del central, que se convierten en el nuevo santuario sobre el que hablaremospor algún tiempo. Algunos (por ejemplo desde La Nación) ven un efecto paradógico en que una medida que apuntaba, según él, a ser una "señal a los mercados" termine generando desconfianza en ellos, y tensión (comantario aparte, Pagni dice en la nota de tapa que dicha expresión "señal a los mercados" es expresión bien propia del vulgo. Error: lo es de periodistas -no por nada llega a u pluma tan pronto en su artículo-y de economistas -al menos los mediáticos-. Segundo: -y como indicó Mugrave la tapa de la nación dice, curiosamente "gran preocupación en los mercados ... el dolar subió un centavo".
Pero en realidad hay que decir que no hubo tal efecto paradójico: los mercados no son los artículos de los diarios o los enunciados de sus economistas. Si no, si fuera así, bastaría con que celebren una medida para que sea exitosa, o que la critiquen para que fracase. Pero el componente sugestivo de la economía no es tan potente: no puede desmentir lo real.
Así, "reacción de los mercados" no es algo quela suba en el dolar de un centavo pueda tasar con exactitud. Ver allí una suerte de "sanción" de "los mecados" a la acción del gobierno es una banalización de una naturaleza extrema.
Otro ejemplo de la cretinización, en este caso de Clarín, página 4 del 7-01. En el centro un cuadro de dle entrada: "A favor del gobierno" de un lado "Defensores de Redrado" del otro. Figuran, debajo, cuatro foros. Dice así, debajo de una de ellas: " ... punta de lanza del gobierno en el central", otra "Defiende a ultranza a los K"; y las otras dos "se opone a usar indiscriminadamente las reservas" y "Vinculado a Lavagna... se alinearía con Redrado".
Esto muestra el habito simplificador y, por qué no decirlo, futbolero de esta gran diario. Todo el análisis se centra en esto: hay dos bandos, los buenos y los malos (punta de lanza, ultranza y K seusan para denotar el mal; el bien está representado por Lavagna y la oposición al uso ,indisciminado). No se habla si quiera de que existe una deuda, que se puede pagar, qué representa la suma en cuestión para ee banco, etc. y todas las cuestiones que se podrían plantear al repecto que escapan al alcance de este blog po supuesto.
Se cómo no sólo la "estrategia de polarización" no es patrimonio exclusio de NK (como se sugería en tiempos preelectorales) sino que pareciera ser la única estrategia a adoptar si el campo de la disputa es el de los medios masivos, estructurado como ahora lo están. El efecto más llamativo de esta banalización, que muchos blogueros siempre indican, es el que personajes que eran considerados nefastos, cuasidemonios, pasan a ser, tras una renuncia o lo que fuera, los nuevos próceres. Parece entonces que hay una tendencia en el propio periodismo, en los medios y en la opinión pública a no poder no sólo desprenderse de este tipo de "análisis" sino de llevar todo a un análisis de este tipo, la cual parece una ley inexorable.
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"siempre junto a la urbe"