Tras el resultado electoral del 28 --sobre todo CABA y PBA, pero también Santa Cruz--, parece que debe ponerse en cuestión el "relato". El énfasis se pone a veces en la capacidad de los intermediario de la información (y la circulación de la cultura en general) en introducir un sesgo, de manera de mermar la eficacia de otro discurso. No faltó tampoco quien apuntó a una suerte de "intrelectualismo" en esa concepción, que supuestamente se mantenía a distancia de las prácticas clientelares que le quitaba eficacia.
Como todo esto es especulación, y el único dato real se obtiene de los hechos sociales ininterpretables; entonces es preciso recurrir a un soporte para las especulaciones adicionales a esos datos inapelables. Un claro ejemplo de hecho inapelable es, sin duda: las elecciones.
Uno puede recurrir a opinioes aisladas, de la gente con que discute y conversa o simplemente escucha cotidianamente, ver en sus discursos los efectos de los acontecimiento. Por ejemplo. Ensayé la otra vez la hipótesis siguiente: una buena parte de los votos "perdidos" por el oficialismo están en manos de algunos que ante la dicotomía Menem/Kirchner lo acompañaban; y que de convencerse de que "la salida es por derecha" se sumarían al frente. Pero que, debido a la influencia mediática o ineficacia en el "relato", su pensamiento se volcaba a "repudiar" supuestos "excesos" de poder. De esta manera, su proceder envolvía la siguiente argumentación:
"El esceso de poder es malo. El gobierno ha venido acumulando poder ininterrumpidamente desde que inició su mandato (con un 20%, después 46%). Eso les ha quitado algunos reparos referidos a las desprolijidades (Indec, etc.) y es necesario poner un límite, lo cual es oportuno, puesto queperdiendo el quorum propio va atener que "negociar" con la oposición (cuya función en la democracia es controlar bla bla bla)."
No ahorramos en este momento la refutación de este esquema argumental, que desde el punto de vista analítico es válido, pero falla y es falaz por suponer una adecuación a una base empírica.
Es evidente que esos reparos obtuvieron gran difusión. La imagen del poder como algo inmenso es cara a la imaginación de las masas. Éstas se dividen en quienes les gusta y quienes no. Es decir, los "me opongo a todo" y los "clientelitas", "izquierda"-"derecha", etc., y distintas dicotomías con distinto eje. Es fundamental tener esto en cuenta. En la primer etapa kirchnerista, la imagen del poder estaba, para las grandes mayorías, ligada a ideales liberales: EEUU, FMI, Cavallo, Menem, etc. Pero más tarde (y esto, como dijo Bielsa hace unos cuantos meses en una entrevista, es algo inevitable) el humor social cambió: la imagen en cuestión quedó identificada con el nombre de Néstor, incluso su primera letra: K.
El discurso sobre "los '90" era eficaz en la población "díscola" mientras que esta transferencia de la imagen no se había consumado de un lugar a otro. Una vez sucedido esto pasa lo que nos ilustra Carrió, y ahora también Pino: "Menem y Kirchner son lo mismo".
Entonces ¿hubo un error estratégico?
Primero: hay que reconocer que el gobierno no puede evitar esa transferencia, es cuestión de tiempo. La misma estructura del sistema político la genera y no se debe a las cualidades personales de los gobernantes, ni si quiera a sus acciones. Por eso considero excesivo el planteo de que la fuerte oposición que recibe es consecuencia de sus errores: los tenga o no (y, a fin de cuentas ¿qué es un error sino en un marco axiomático, sino estrtégico?) esa oposición es movida por otra cosa.
Téngase en cuenta que mientras que el humor social oscila siempre en forma más o menos pendular (si lo vemos en el largo plazo y en promedio), exiten algunos "elementos" que son más constantes, o que varían en márgenes menores y se mantienen en uno de los dos polos. Así, hay grupos que en su afán de oponerse no han encontrado nada sobre lo cual proclamarse favorablemente, proveniente de cualquier oficialismo, al menos desde que tengo memoria en adelante. Y esto, con el costo de anularse la posibilidad de toda estrategia.
La hipótesis continuaba así: estando el poder limitado de hecho con el resultado (o, si se quiere, demostrada la inexactitud del "superpoder" con el mismo dato), este sector se volcaría nuevamente al oficialismo; lo cual sopone por supuesto a quienes habiendo simpatizado con él, se alejaron por tal motivo.
La validez del argumento -que difiere de la de las premisas- depende de lo que ocurra con el PJ: una conducción conservadora haría más definitiva aún ese traslado, y hasta podría ampliarlo.
Los peronistas suelen recordar a este respecto, la experiencia de la Alianza, que incorporó sectores "progresistas".
El tema parece ser no sólo la posibilidad de un gobierno que no sea del PJ, sino de uno que además de eso no deba necesariamente repetir una Nueva Alianza, con las características que tuvo la que conocemos.
El post del Escriba suponía esa posibilidad.
Pero, cuando otros hablan de la necesidad -en sentido lógico- del PJ ¿es por su valor estratégico o doctrinario?